La
imparable rueda del mecanismo que funciona y funciona sin
espectaculares disfunciones, es un éxito de longevidad y no tanto
por los esfuerzos renovadores o producto de una evaluación
compartida, cuanto por el saber acumulado, la capacidad de flotar y
la magnífica imagen social, que engulle cualquier defecto, cualquier
desajuste, cualquier carencia.
Cuerpo
robusto, estructurado para soportar los vaivenes que conlleva cada
coyuntura, sin necesidad de modificar criterios, comportamientos ni
mensajes; que cuenta además con el apoyo de instituciones, medios de
comunicación y el mayor o menor entusiasmo del reconocimiento
popular, engrandecido más por los eventos de alto significado, que
por la actividad continuada y discreta en muchos frentes distintos.
Estos
transatlánticos de la sociedad, nacidos de la necesidad urgente y de
la generosidad, unidas a la imaginación y creatividad de los grandes
personajes de la historia, han sido heredados en sucesivas derivas
patrimoniales, por otros personajes a veces igual de geniales y
entregados, en otras tan solo por los adscritos a la mera
responsabilidad profesional, eso sí, bien ejercida pero perdiendo la
gloria de la creatividad para la ajustada adecuación de lo interno
(funcionamiento, sentido...) que incide en lo externo (el quehacer)
y pese a ello son capaces de seguir surcando los procelosos mares,
sin accidentes y mucho menos con hundimientos que pongan en riesgo
la subsistencia.
El
tiempo, que tiene el vicio de pervivir y superar generación tras
generación todo lo que acontece, exige, aunque sin urgencia y
entusiasmo, una adecuación a cada momento de la historia, en pro de
la mayor eficacia y eficiencia, de acuerdo con los principios y
objetivos que se han ido definiendo como razón de ser y
justificación de la presencia en la sociedad. Esta exigencia
desprovista de acuciamiento y premura, da permiso para olvidarse, o,
al menos posponer la tarea revisora necesaria para el continuo
acomodo al momento y al tema concreto y particular en el espacio y el
tiempo de cada presente.
Así, las
limitaciones producto de la reducción del entusiasmo, de la
imaginación, la creatividad y la renovación del compromiso por la
adaptación entre principios y circunstancias sociales, económicas y
políticas, tiene como un efecto más o menos inmediato, la
navegación pausada, continuada, sin sobresaltos, a veces cansina; en
la que el objetivo de la acción finalista, que todo lo explica y
justifica la existencia, queda encerrada en procesos y
procedimientos, cada vez más complejos, más consumidores de los
recursos a aplicar, de tal manera que, en buena parte, reducen,
retrasan y atemperan en demasía la eficacia y eficiencia, valores
que de partida deben presidir todo el trabajo e incluso la razón de
ser.
Seguramente
ingerir alguna pócima-revulsivo, que pusiera en cuestión el para
qué (redefiniendo el objetivo, los objetivos), para quién, el qué
y el cómo de todo lo que se hace en este maravilloso monstruo de
bondad como la de Shrek, pero de mayor eficacia para la parte de la
sociedad que no ha recibido más que migajas de la tarta, que se
reparten los que ostentan los poderes de todo tipo; seguramente,
pienso, sería un acicate de utilidad, para mejor uso de recursos,
optimización de los servicios prestados, compromiso y vinculación
más profunda con los destinatarios de tanto quehacer.
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