lunes, 14 de julio de 2014

EL MONSTRUO BUENO

  La imparable rueda del mecanismo que funciona y funciona sin espectaculares disfunciones, es un éxito de longevidad y no tanto por los esfuerzos renovadores o producto de una evaluación compartida, cuanto por el saber acumulado, la capacidad de flotar y la magnífica imagen social, que engulle cualquier defecto, cualquier desajuste, cualquier carencia.

  Cuerpo robusto, estructurado para soportar los vaivenes que conlleva cada coyuntura, sin necesidad de modificar criterios, comportamientos ni mensajes; que cuenta además con el apoyo de instituciones, medios de comunicación y el mayor o menor entusiasmo del reconocimiento popular, engrandecido más por los eventos de alto significado, que por la actividad continuada y discreta en muchos frentes distintos.


  Estos transatlánticos de la sociedad, nacidos de la necesidad urgente y de la generosidad, unidas a la imaginación y creatividad de los grandes personajes de la historia, han sido heredados en sucesivas derivas patrimoniales, por otros personajes a veces igual de geniales y entregados, en otras tan solo por los adscritos a la mera responsabilidad profesional, eso sí, bien ejercida pero perdiendo la gloria de la creatividad para la ajustada adecuación de lo interno (funcionamiento, sentido...) que incide en lo externo (el quehacer) y pese a ello son capaces de seguir surcando los procelosos mares, sin accidentes y mucho menos con hundimientos que pongan en riesgo la subsistencia.


  El tiempo, que tiene el vicio de pervivir y superar generación tras generación todo lo que acontece, exige, aunque sin urgencia y entusiasmo, una adecuación a cada momento de la historia, en pro de la mayor eficacia y eficiencia, de acuerdo con los principios y objetivos que se han ido definiendo como razón de ser y justificación de la presencia en la sociedad. Esta exigencia desprovista de acuciamiento y premura, da permiso para olvidarse, o, al menos posponer la tarea revisora necesaria para el continuo acomodo al momento y al tema concreto y particular en el espacio y el tiempo de cada presente.

  Así, las limitaciones producto de la reducción del entusiasmo, de la imaginación, la creatividad y la renovación del compromiso por la adaptación entre principios y circunstancias sociales, económicas y políticas, tiene como un efecto más o menos inmediato, la navegación pausada, continuada, sin sobresaltos, a veces cansina; en la que el objetivo de la acción finalista, que todo lo explica y justifica la existencia, queda encerrada en procesos y procedimientos, cada vez más complejos, más consumidores de los recursos a aplicar, de tal manera que, en buena parte, reducen, retrasan y atemperan en demasía la eficacia y eficiencia, valores que de partida deben presidir todo el trabajo e incluso la razón de ser.

Seguramente ingerir alguna pócima-revulsivo, que pusiera en cuestión el para qué (redefiniendo el objetivo, los objetivos), para quién, el qué y el cómo de todo lo que se hace en este maravilloso monstruo de bondad como la de Shrek, pero de mayor eficacia para la parte de la sociedad que no ha recibido más que migajas de la tarta, que se reparten los que ostentan los poderes de todo tipo; seguramente, pienso, sería un acicate de utilidad, para mejor uso de recursos, optimización de los servicios prestados, compromiso y vinculación más profunda con los destinatarios de tanto quehacer.

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